Es la 1:00 de la madrugada de un domingo. Joaquín y Elena acaban de tener una conversación de más de una hora, de aquellas conversaciones en las que se pierde la noción del tiempo, de aquellas que tenían a menudo tiempo atrás…
Hace exactamente tres años y ocho meses que nació su hijo, Elías. Y hace un mes más o menos, que Joaquín y Elena no intercambian más que las palabras necesarias para organizar su día a día, su logística familiar.
A menudo, Elena llora en momentos fugaces la angustia de tantas cosas que han cambiado en su vida, la desesperación de no poder descansar para sentirse mejor, de no saber cómo manejar algunas situaciones con su pequeño Elías – que está en plena etapa de rabietas–, y muchas con el entorno, que ningunea a las madres y se mete e invade lo que para ella es su intimidad y la de su familia: darle comida de cualquier tipo al niño sin respetar las decisiones de ell@s, preguntar y opinar sobre si el niño tiene que ir al colegio, limitarle continuamente cuando ella se esfuerza a diario en hacer su trabajo interior para evitar cargar a su hijo con miedos innecesarios. Elena está cansada.
Joaquín se levanta a las 7 de la mañana todos los días para ir a trabajar. La conversación que acaban de tener Elena y él, le supone dormir menos de lo que su cuerpo necesita para rendir en su trabajo. Sabe que es necesario comunicarse con su pareja y por eso esta noche se ha quedado despierto más tiempo, aunque se agobia pensando en la acumulación de cansancio que esto le va a suponer en la semana que comienza. Joaquín no reconoce a veces a su pareja en Elena; aquella chica dulce, tierna y comprensiva se transforma a menudo en una mujer malhumorada y quejosa.
Es difícil reencontrarse cuando muchas veces ni siquiera ell@s dos se reconocen ni se pueden sentir en su cuerpo, en su piel. No saben quiénes son. Y tienen a un pequeño ser que les reclama atención 24horas al día y que no se conforma con algo mediocre; exige con vehemencia la mejor versión disponible de su madre y su padre.
¿Cómo se puede crecer en esta situación? ¿Cómo podemos dar nuestra mejor versión cuando el día a día como madres y padres tiene un alto componente de estrés, nos sentimos poco acompañad@s, poco apoyad@s, poco validad@s por el entorno en nuestra manera de criar?
¿Cómo mantener viva la relación de pareja, cuando los espacios de compartir y disfrutar junt@s apenas existen?
¿Cómo recuperarnos cómo pareja, si ahora somos siempre tres?
Puede que te sientas identificad@ con esta situación, o te resuene algo. Si es así, sé que es angustioso pasar por ahí, sé cómo te sientes y que a veces puede parecerte un callejón sin salida.
Os dicen que tenéis que coger espacios para cuidar la relación, y ves que tu logística familiar no lo permite. Y te sientes más frustrad@, porque las posibles ideas que te aportan como soluciones, para vosotr@s no lo son.
Hay un camino que conozco para mejorar esta situación. Bueno, dos:
– Uno es pensar y saber que esta es una situación temporal, que pasará. Por largos que se nos hagan los días, llega un momento en el que l@s hij@s crecen y empiezan a ser más autónomos y a querer tener espacios independientes de nosotr@s, las madres y los padres. Cuando llegue ese momento, podremos – y seguramente necesitaremos- volver a ocuparnos de la relación de pareja.
– El otro camino es el que estoy explorando con esperanza y confiando en que sea el más acertado; es el camino del corazón: aprender – ahora más que nunca–a comunicarnos desde dentro ¿Y cómo se hace esto?
1. Podemos expresar lo que sentimos, y eso implica sacar y mostrar nuestro enfado al otro algunas veces, aunque eso no justifica que nos hagamos daño diciéndonos cualquier cosa. Es importante poner límite a las faltas de respeto, a cualquier tipo de violencia. Para eso, vamos a necesitar aprender recursos para descargar nuestra ira de maneras sanas, sin hacer daño a nadie.
2. Vamos a hablar con mensajes yo:_Os invito a comenzar la frases diciendo «Yo me siento….», «Necesito que tú…». Si aprendemos a evitar los ataques hacia nuestra pareja, tenemos un gran camino recorrido.
3. Vamos a darnos cuenta de lo que proyectamos en el/la otr@ : la gran mayoría de las veces, cuando atribuimos un comportamiento, un pensamiento o un sentimiento a otra persona, en realidad son nuestros. Empezar a apropiarnos de lo nuestro, puede ser un paso gigante para el bienestar de la relación.
4. Finalmente, cuando conseguimos expresar cómo nos sentimos con una coherencia y la profundidad de la intimidad sincera, nos estamos acercando emocional y afectivamente. Y de eso se trata, porque en esta etapa ¡nos hace mucha falta abrazarnos y sentirnos querid@s!
De esta manera, podemos conseguir acercarnos desde el corazón, apoyarnos, sentirnos equipo y no rivales. Y así, ya nos estamos cuidando, aunque no podamos coger espacio de pareja para ir junt@s a un spa o al cine?.
Eva Medina ?